IVÁN SEGARRA BÁEZ



Caguas-Pto.Rico, 1967


Como misterios ensortijados de vida,
un eco que se disuelve por el mundo,
un suspiro de polvo y arena,
una transmutación más allá
de todo tiempo corrompido.
Piensa la mente su misma gota de rocío,
un barco que siembra la esperanza renacida,
una paloma destapando calvarios
y misterios luminosos de vida trasnochada,
un evangelio extraviado por la luz.
Amor, seremos ecos que se derrumban,
palmeras sin control abortadas
de sentimientos en fuga.
¡Un adiós en grito de toda elevación!
Cuenta el cuentero que todo pasa,
pasará la luz en viento de ensueño.
¡Una dulce canción, melancolía!
Una vida futura y despoblada.
Atinados de pájaros en la piel del alma.
Una palabra que sonríe a otra palabra muda.
Una antología que conlleva el canto,
un poema, un verso, una palabra en eco de gracia,
deformándose dos aves en el mismo cielo.
Una mirada que otra mirada mira.
Un bien vengas tú, en mí, en ti, en nada.
Una noche anocheciendo otra noche amarga.
Iremos transplantando ilusiones,
confesando abismos, ecos en luz, sueños.
Todas las almas del mundo vivirán
en ti, en mí, en nada.
Somos el principio del hoy,
la loca gruta del mañana.
¡Nada se nos dará sino buscamos el amor.
Todo es concubinato de seres mágicos,
eternos, despoblados corazones y sonrisas.

Alzaremos el sueño, el salmo, la palabra viva;
la vibración del alma nos pertenece a todos!
Nadie se salva sino lo salvamos desde el alma,
todo principio muere y se transforma,
toda creación se crea a sí misma,
todo hombre es el espejo de lo que lleva en el alma.
Nadie engaña a nadie
a menos que nos engañe la vida.
Iré a buscar al mundo mi media unidad
deformada por la lira.
Todo gira, gira, sin sentir el peso de la vida.
Amor, somos eco que se repite
amargamente por esta vida.
Amor, sálvame...
Como yo te salvo
desde la otra vida.






Me contó el rocío
que hoy tú serías mío.
Me dijeron las estrellas
que te buscara para amarte.
Me dijo la luna negra
que se desvistieron nuestros poros;
juntos para amarse.
Me dijo la luna blanca
que entre el eco y el río
yo nací para amarte.

Me contó el rocío 
que tú no serías mío.
Me despertó la tristeza al verse
en la otra orilla del río...
me condenó tu mundo
cuando le conté
que yo nací para amarte.
¡Que se vayan todos al infierno,
tú serás para mí,
porque yo nací para amarte!

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