FILADELFIO SUAZO

Honduras

ELEGÍA A LA MADRE

En un vientre de estrellas germinaste mi nombre, 
tus caricias de azúcar se llevó la mañana,
yo anhelaba la cuna de tus brazos azules
pero un viento profano se llevó tu sonrisa.
Quedó preso el destino,
los caminos eternos a manera de ríos
arrastrando silencios y amarguras sin nombre.
De la sombra perdida donde estaba la aldea
vino el rayo inmediato, incendiario del sueño
y una voz estrujante raclamándome el verso.
La sombra del espíritu y el temblor del paisaje
y una voz estrujante reclamándole el verso.
La sombra de tu viaje hundiéndose en el tiemp
y una voz estrujante reclamándome el verso.
Dormida la mañana sobre los campos grises
y una voz estrujante reclamándome el verso.
Las rosas marchitas en los libros abiertos
y una voz estrujante raclamándome el verso.
Dios en medio de todo sin decirme palabra
y una voz estrujante reclamándome el verso.
Junto a la tumba tuya, el recuerdo perfecto.
Barro, estrella, esperanza y una luz que venía
de tus huesos perdidos bajo el altar de tierra.
Sobre la cruz de sombra que sembraron las gentes
una sola palabra señalando el misterio.
Madre, toda mi historia, mi canción y mi todo
amarrados a ti por un hilo de sangre.
Esta risa, esta azúcar y este sol de mis venas
amarrados a ti por un hilo de sangre.
Esta angustia, este cielo y esta diaria penumbra
que nace, nace y nace y no termina nunca.
Todo tiene su esencia, tu mensaje heredeado,
la casa de mi idea tiene un eco profundo
y siento que me llega desde tu lejanía
para romper a gritos las murallas del mundo


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