CARLOS VILLAFAÑE

Roldanillo, Valle del Cauca–Colombia, 1881, 1959


LA VÍA DOLOROSA


Yo mismo la enterré, yo mismo un día
cerré sus ojos a la luz terrena
y enjugué de su frente de azucena
el trágico sudor de la agonía.

Es un recuerdo blanco: todavía
la nombro en el silencio de mi pena.
Descanse en el Señor ... si era tan buena!
Duerma en mi corazón ... si era tan mía!

Ojos y boca y manos ilusorias
todo bajo las sábanas mortuorias
quedó como una lámpara extinguida.

Y yo de mi locura bajo el peso,
dejele el alma en el dolor de un beso
y a duras penas me quedó la vida.

NADA

Nada me queda del ayer florido
Nada retoña en mi jardín y siento
La tristeza del árbol carcomido
Sin hojas y sin savia y sin alíento

El ave infausta de remoto olvido
Llegó a mis puertas y graznó su acento
Y el ruiseñor que endulzó el oído
Dejó la jaula y se perdió en el viento

Hoy ya mi corazón es como un sauce
Que en el árido soplo del verano
Inclina a veces su ramaje umbrío

Sobre la sed monótona del cauce
Por donde en otro tiempo, ya lejano
Pasó la dulce claridad del río …!

LAS PUERTAS DE GOLPE
(Fragmento)

En la mitad del llano donde pasta
la vacada y retozan los terneros
entre cercas de guadua, está la puerta
de golpe, limitando los potreros.

Es el anochecer y ya la sombra
se cierra sobre el monte y sobre el llano
mientras diluye sus cenizas lentas
el hogar del crepúsculo lejano.

Dilata en el pavo de los caminos
la noche su melena destrenzada
y la puerta de golpe, en el silencio
gime bajo el tejar de la portada.

Ah! la puerta de golpe! Algún viandante
la empuja y en la rústica tiniebla
un gemido espectral, trémulo y largo
de angustia y miedo los contornos puebla.

Es un gemido lastimero y hondo
es un acento como de alma en pena
algo que en el misterio de las sombras
de una aguda zozobra el alma llena

Qué sentirán las puertas empujadas
de la noche en la pávido letargo
que se quejan tan trémulo y tan hondo
con tanta pena y con gemir tan largo!

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