Bogotá-Colombia, 1811-1868
LA LÁGRIMA DEL SOLDADO
Iba ya por el collado
Para la guerra el soldado,
Cuando, con faz angustiada,
Vuelve a dar una mirada
Sobre su valle y aldea
Y el arroyo que serpea
De su choza en derredor.
¡Última, tierna mirada,
Dulcemente acompañada
De una lágrima de amor,
Que el pobre soldado limpió con rubor!
Hieren allí sus oídos
Los apacibles sonidos,
Que le fueron familiares
En tan dichosos lugares;
Y con la diestra apoyada
Sobre la cruz de su espada,
Los repasa con dolor.
¡Ultima, tierna mirada,
Desde el portal de la choza,
De rodillas una hermosa
Feliz viaje le desea,
Y su alba trenza ondea
De la brisa al soplo blando;
E inmóvil queda mirando
El soldado su dolor.
¡Última, tierna mirada,
Ella en tanto desconsuelo,
Callada oración al cielo,
Humilde, por él envía:
El soldado no la oía;
Pero al verla arrodillada,
Imploró sobre su amada
La bendición del Señor.
Ultima, tierna mirada,
Por último, da la espalda
De la colina a la falda
Y del sitio se retira;
Y al retirarse suspira,
Y atrás la vista revuelve,
Hasta que seguir resuelve
Adelante, con valor.
Ultima, tierna mirada,
No era débil el soldado,
Que corazón arrojado,
Por el contrario, tenía,
Aunque lágrimas vertía;
Y en la fila delantera,
Del peligro en la carrera,
Siempre obtuvo prez y honor:
Pues la mano mas valiente
Era la que dulcemente
Una lágrima de amor
En otro tiempo limpió con rubor.
ORIGEN DE LA LENGUA CASTELLANA.
(Fragmento)
Una región liadísima demora
Allende el mar, y por el mar bañada,
Que las cadenas del Pirene excelso
Con el antiguo continente enlazan:
La Thársis de Fenicios y de Hebreos,
La Iberia que sus viajes limitaba,
Del griego mercader última Hesperia,
Del latino invasor altiva Hispania.
Piérdese en la tiniebla del pasado
De esta región la primitiva raza.
Veintiocho siglos há, Celtas veían
Nacer el Tajo, el Ebro y el Guadiana,
Viviendo entremezclados con los hijos
De la agreste, la indómita Cantabria,
Cuando, ávida, Cartago les impuso
Su comercio a la sombra de sus armas.
an rica presa, tan feraz colonia
Asaltaron las águilas romanas,
Y una vez y otra vez manchó la tierra
Noble sangre vertida en las batallas;
Repitiendo los ecos todavía,
Sin distinción de tiempos ni comarcas,
De monte en monte, en funeral lamento,
Las glorias de Sagunto y de Numancia.
Uncida al carro del augusto César,
Por cuatro siglos recibió la España
Lenguaje, ciencias, leyes y costumbres,
De la Roma imperial, potente y sabia.
Pero enjambres de bárbaros venían,
Y, a despecho de Roma, la asolaban,
Y de Suevos y Vándalos hicieron
Huellas de sangre por doquier las plantas.
Y nuevas hordas, que brotó la orilla
Del Ponto—Euxino y la Oriental Asgarda,
Lanzáronse sobre ella, sometiendo
El latino poder a su pujanza.
Dueños los Visigodos de la tierra,
Fundó su imperio el animoso Vália,
Y Eurico y Alarico y Leovigildo
Dictaron leyes a la gente hispana.
Del un extremo al otro de la Europa
Dos naciones innúmeras luchaban,
Y las dos lenguas madres, confundidas,
Y en una jerga bárbara mezcladas,
Eran apenas la expresión del odio,
De la necesidad o la arrogancia;
Y la de vencedores y vencidos,
Informe lengua, se llamó romana.
Pueblos sin voluntad para el estudio
Del idioma enemigo, en ignorancia
La mas profunda, por doquier cercados
De obstáculos sin cuento, que se hallaban
Sin guías, sin fijeza en un lenguaje
Que cada cambio de Señor cambiaba,
Al fin hicieron, con sus mil dialectos,
Una nueva Babel de la palabra.
Mas la preciosa fuente primitiva,
Cuyas reliquias el vascuence guarda,
La Fenicia y Cartago enriquecieron,
Y el copioso raudal entró en las aguas
De esa mezcla teutónico—latina,
Que, en distintos dialectos fracturada,
Origen fue del habla que hoy ostenta
Potente y rica sus egregias galas.
Y cuando del ultraje de Florinda
El Conde Don Julián tomó venganza
En Rodrigo, su rey, traidor trayendo
Hasta Jerez las sarracenas lanzas,
Y fundando el poder de los Califas
En lo mas rico, lo mejor de España,
Refugio y libertad dieron al Godo
Los peñascos de Asturias y Vizcaya
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