ÁNGELOS SIKELIANÓS

Léucade, 1884-Atenas-Grecia, 1951

LA MADRE DE DANTE

Florencia parecía desierta en su sueño
al amanecer.
Lejos de sus amigas, sola,
vagaba por las calles.
Se puso el vestido de novia de seda,
un velo de lirios
y caminó por las encrucijadas. Bajo los pies,
las calles le parecieron nuevas.
En los cerros que bañaba una brisa temprana de primavera,
como zumbidos lejanos, lenta y profundamente
doblaban, apagadas,
las campanas de las ermitas.
De pronto, como si apareciera en un jardín,
el aire fue más blanco.
Un jardín con traje de novio, cargado de naranjos y manzanos,
de un extremo al otro.
Atraída por su fragancia,
se acercó a un alto laurel,
en el que el pavo real, saltando de rama en rama,
subía hasta la copa.
Y alargando su cuello entre las ramas
cargadas de bayas,
comía una, cogía otra, y la arrojaba desde la rama a la tierra.
Instintivamente, ella levantó su delantal bordado,
en la sombra, hechizada...
y al instante se sintió muy pesada,
cargada de rizadas bayas.
Reposó un instante del esfuerzo matinal,
envuelta en una fresca nube.
Sus amigas esperaban junto a la cama
para acoger al niño.

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