Jaén-España, 1908-Salamanca, 1985
EL CRISTO DE LA HUMILDAD
Después de condenado en burdo juicio,
coronada tu frente por espinas,
sobre tu misma mano la reclinas
en el breve descanso del suplicio.
¿Qué se esconde, Señor, bajo tu frente?
¿Qué piensas mi Señor en ese instante?
¿Es acaso, Jesús, que no es bastante
hacerte condenar, siendo inocente?
Sólo a tus jueces la condena infama
por el torpe baldón de su sentencia,
y todo el orbe con ardor se inflama
al noble resplandor de tu inocencia.
Y para siempre con amor te aclama,
Señor de la Humildad y la Paciencia.
Comentarios
Publicar un comentario