MANUEL JOSÉ CORTÉS


Cotagaita (en el departamento de Potosí) Bolivia, 1811-Sucre (Chuquisaca), 1865


AL CIPRÉS

¡Oh ciprés! nuestra suerte es parecida.

Tú en el aura al nacer diste un quejido:
Yo al ver la luz primera de la vida
Del punzante dolor lancé un gemido.

De la tormenta al horroroso embate
Abrasado del rayo te has sentido;
Y yo mi corazón siento que late
Por la pasión y el infortunio herido.

Nunca en tu estéril copa se ha mecido
Del céfiro al aliento ni una flor:
Así mi corazón no ha producido
Más que la espina aguda del dolor

Eres tú más feliz, porque tu suerte
Es morir en el suelo do has nacido;
Mas yo ¡infeliz! Tal vez halle la muerte
Lejos del patrio suelo apetecido.

A UN TACAÑO

Yo conozco un tacaño… tan canalla
Que el aire escatimara muy contento:
No piensa por guardar su pensamiento,
O por guarda su voz si piensa calla.

Contra la ciencia misma de Dios falla,
Y en los astros del rico firmamento
Y en las olas del mar que impele el viento,
Ostentación y lujo inútil halla.

El menguado que todo lo cercena
Y pasa días tristes, infelices,
Sufriendo los tormentos del infierno,
¿Cómo a ser mutiladas no condena
Sus narices que son más que narices
Deforme yuca ó retorcido cuerno?

EL JUSTO

Al borde del abismo, el roble erguido,
del huracán resiste al recio embate,
y su lozana copa no se abate
ni aun al golpe del rayo que lo ha herido.

Así, la condición que le ha cabido
sufre el justo, en su vida de combate:
exento de temor su pecho late,
y el dolor no le arranca ni un gemido.

El odio inmerecido no le espanta;
de sus contrarios el ultraje olvida;
el rencor en su pecho nunca impera.

Del deber acatando la ley santa
ve, imperturbable, el drama de la vida,
y el desenlace en otra Vida espera.

LA CIEGA 

I Todo es noche, noche oscura ! 
Ya no veo la hermosura 
De la luna refulgente; 
Del astro resplandeciente 
Tan sólo siento el calor. 
No hay nube que el cielo dora, 
Ya no hay alba, no hay aurora 
De blanco y rojo color. 

Ya no es bello el firmamento, 

Ya no tienen lucimiento 
Las estrellas en el cielo; 
Todo cubre un negro velo; 
Ni el dia tiene esplendor; 

No hay matices, no hay colores, 
Ya no hay plantas, ya no hay flores, 
Ni el campo tiene verdor. 
Ya no gozo la belleza 
Que ofrece naturaleza 
Lo que el mundo adorna y viste; 

Todo es noche, noche briste 
De confusión y pavor ! 
Do quier miro, do quier piso, 
Nada encuentro y no diviso 
Sino lobreguez y horror ! 

Pobre ciega, desgraciada, 
Flor en su Abril marchitada, 
¿ Qué soy yo sobre la tierra ? 
Arca do tristeza encierra 
Su más tremendo amargor; 

Y mi corazón enjuto, 
Cubierto de negro luto, 
Es el trono del dolor. 

En mitad de su carrera 
Y cuando más luciente era 
De mi vida el astro hermoso, 
En eclipse tenebroso 

Por siempre se oscureció. 
De mi juventud lozana 
La primavera temprana, 
En invierno se trocó. 

Mil placeres halagüeños, 
Bellos dias y risueños 
El porvenir me pintaba, 

Y seductor me mostraba 
Por un prisma encantador. 
Las ilusiones volaron, 

Y en mi alma sólo quedaron 
La amargura y el dolor. 

Cual cautivo desgraciado 
Que se mira condenado 
En su juventud llorida 
A pasar toda su vida 
En una horrenda prisión, 
Tal me veo, de igual suerte: 
Sólo espero que la muerte 
De mi tendrá compasión. 

Agotada mi esperanza, 
Ya ningún remedio alcanza; 
Ni una sombra de delicia 
A mi existencia acaricia; 
Mis goces son el sufrir: 

Y en medio á tanta desdicha 
Sólo me queda una dicha, 
Y es la dicha de morir.

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