AGRIPINA MONTES DEL VALLE


Salamina-Dpto.de Caldas-Colombia, 1844-  Anolaima Cundinamarca, 1915

AL TEQUENDAMA

Tequendama grandioso:
Deslumbrada ante el séquito asombroso
De tu prismal, riquísimos atavío,
la atropellada fuga persiguiendo
de tu flotante mole en el vacío,
el alma presa de febril mareoen tus orillas trémula paseo.
Raudas, apocalípticas visiones
de una antiguo soñar al estro vuelven,
resurgen del olvido sus embriones
y en tus iris sus formas desenvuelven.
¡Y quién no soñará, de tu caída
al formidable estruendo
que mira a Dios omnipotente,
entrevisto al fulgor de tu arco horrendo!
¡A morir!... Al abismo te provoca
algo a la mente del mortal extraño;
y del estribo de la ingenua roca
tajada en babilónico peldaño,
sobrecogido de infernal locura,
perseguido dragón de la llanura,
cabalgas iracundo
con tu rugido estremeciendo al mundo.
¿Qué buscas en lo ignoto?
¿Cómo, a dónde, por quién, vas empujando...?
En vuelto en los profusos torbellinos
de la hervidora tromba de tu espuma
e irisado en fantástico espejismo,
con frenesí de ciego terremoto
entre tu aérea clámide de bruma
te lanzas despeñado
gigante volador sobre el abismo.
se irgue a tu paso murallón inmole
cual vigilante esfinge del Leteo,más de tu ritmo bárbaro al redoble
vacila con medroso bamboleo.
y en tanto al pie del pavoroso salto,
que desgarra sus senos al basalto,
con tórrida opulencia
en el sonriente y pintoresco valle
abren las palmas florecida calle.
por verte allí pasar, la platanera
sus abanicos de esmeralda agita,
la ondulatoria elástica palmera
riega su gargantilla de corales
Y al rumor del titán cosmopolita,
Con sus galas y aromas estivales,
la indiana piña de la ardiente vega
adorada del sol, de ámbar y de oro,
sus amarillos búcaros despliega.
sus ánforas de jugo nectarino
te ofrece hospitalaria
la guanábana en traje campesino,
a la par que su rica vainillera
el tamarindo tropical desgrana,
y la silvestre higuera
reviste al alba su lujosa grana.
Bate del aura el caprichoso giro
sus granadillas de oro mejicano
con su plumaje de ópalo y zafiro
la pasionaria en el palmar del llano;
y el cámbulo deshoja reverente
sus cálices de fuego en tu corriente...
Miro a lo alto.
En la sien de la montaña
su penacho imperial gozosa baña
la noble águila fiera,
y espejándose en tu arco de topacio
que adereza la luz de cien colores,
se eleva majestuosa en el espacio
llevándose un jirón de tus vapores.
Y las mil resonancias
del antro y la floresta
y místicas esencias
do urden alados silfos blanda orquesta,
como final tributo de reposo,
¡oh, emulo del destino!
ofrece a tu suicidio de coloso
la tierra engalanada en tu camino.
Mas ¡oh! Que tu hermosura,
Desquiciada sublime catarata,
El insondable abismo desbarata,
la inmensidad se lleva,
sin que mi osado espíritu se atreva
A perseguirte en la fragosa hondura.
Atomo por tus ondas arrastrado,
por retocar mis desteñidos sueños
y reponer mi espíritu cansado
en tu excelsa visión de poesía,
he venido en penosa romería,
no a investigar la huella de los años
de tu drama en la página perdida,
hoy que la fe de la ilusión ya es ida
y abatido y helado el pensamiento
con el adiós postrer de la esperanza
en tu horrible vorágine se lanza
desplomado al más hondo desaliento.
En vano ya tras el cristal enfriado
de la vieja retina
el arpa moribunda se alucina,
y en el triste derrumbe del pasado,
cual soñador minero,
se vuelve hacia el filón abandonado
de nuevo a rebuscar algún venero.
¡Adiós! ¡Adiós! Ya a reflejar no alcanza
del alma la centella fugitiva
ni tu idea fastuosa perspectiva,
ni el prodigioso ritmo de tu danza;
y así como se pierden a lo lejos,
blancos al alba, y al morir bermejos,
en nívea blonda de la errante nube
o en chal de la colina
los primorosos impalpables velos
de la sutil neblina,
va en tus ondas mi cántico arrollado
bajo tu ingente velo confundido,
e inermes ante el hado,
canto y cantor sepultará el olvido

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